Nacido en el seno de una familia española, hijo de pintor, Rafael Pérez Barradas sale de Montevideo en 1911 en dirección a Europa, estableciéndose primero en Italia (Génova y Milán), donde conoce a Marinetti. Más tarde marcha a París, de donde sale en 1914 hacia Barcelona, deteniéndose en 1915 en Zaragoza. Ya en la Ciudad Condal, Barradas se gana la vida ilustrando libros para varias editoriales. Allí conoce a su compatriota Joaquín Torres–García, con quien comparte exposición en las galerías Dalmau. En 1918 presenta en las galerías Layetanas la exposición de lo que él llama Vibracionismo: una interpretación propia y renovadora del dinamismo futurista. Ese mismo año presenta el “Manifiesto Ultraísta” junto con Norah Borges, Paszkiewicz, Jahl, los Delaunay, Vázquez Díaz y Bores. Este grupo, pionero de la vanguardia en España, se expresaba en medios gráficos mediante ilustraciones, o a través de las veladas ultraístas. Barradas colaboró activamente en el grupo participando junto a Miró en las ilustraciones de la revista “Arc Voltaic”. A finales de 1918 se instala en Madrid, donde continúa ilustrando libros, realiza escenografías, vestuarios, carteles, etc. Destacan sus figurines de “El maleficio de la mariposa”, de García Lorca, y las ilustraciones de la revista de Guillermo de Torre “Reflector”. Colabora con revistas como “Alfar”, “Ultra” y “Tableros” y en 1923, con la salud quebrantada, decide marcharse unos meses a Luco de Jiloca, en Teruel, donde iniciará su serie de Los Magníficos. Tras una estancia en Hospitalet de Llobregat, donde funda el Ateneíllo, escuela–taller donde acuden Dalí, Buñuel y García Lorca entre otros, Barradas regresa a Uruguay en 1928, falleciendo en Montevideo en 1929.
FUENTE: Museo Patio Herreriano
Hijo de una familia acomodada de tradición monárquica, su padre, ingeniero, desea que haga su misma carrera. No será un técnico, ni tampoco abogado, ya que abandonará los estudios de Derecho a poco de iniciarlos. En cambio, su decidida vocación por el arte comienza a encaminarla en la academia del pintor Cecilio Pla, donde trabaja durante tres años.
Colabora, desde su inicio, en la revista Occidente, que funda Ortega y Gasset. En 1925 participa en Madrid en el revolucionario Salón de los Ibéricos, donde están algunos gallegos notables, como Arturo Souto y José Frau. Poco después viaja a París, su gran ilusión, donde se adscribe a las tendencias cubistas, y en concreto a los modos puros de Juan Gris, a quien conoce, como a Picasso, Derain y Matisse. La amistad con este genial artista francés durará muchos años.
Comienza a definir su obra, entre cubista, neofigurativa y por completo informalista, y celebra numerosas exposiciones. La guerra mundial la pasa con Matisse en San Juan de Luz, y en cuanto puede regresa a París, de cuya Escuela Española es figura destacada.
En 1966 el intelectual André Malraux, a la sazón ministro de cultura, le nombra oficial de las Artes y las Letras de Francia.
Trabaja para las más famosas galerías, sin necesidad de ruido, porque un público fiel, de ámbito internacional, se interesa por su obra, de gran armonía, dicha en suaves curvas, muy lírica. Lleva su pintura a Londres, Chicago, Nueva York, Bruselas, Copenhague, Suiza, Oslo, Helsinki, Estocolmo, Milán. En noviembre de 1971, poco antes de su muerte, realiza una gran muestra en Madrid, en la Galería Theo, avanzada en esta parcela de los grandes nombres españoles en el extranjero.
Está representado en los museos de Arte Moderno y de la Villa, en París; en los también franceses de Lille, Burdeos, Grenoble, Nantes y Sete; en los de Suecia, Copenhague, Amsterdam, Edimburgo, Praga, Luxemburgo, Nueva York y Connecticut, en Estados Unidos. También en el de Arte Contemporáneo, en Madrid.
(Fuente: Fundación Obra Social Abanca)
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