Obra pictórica de Gustavo Díaz Sosa realizada con la técnica mixta.

Pintura de este artista cubano afincado en nuestro país desde el año 2004. En esta obra sobre lino, el artista nos muestra su personalidad inconfundible a través de su lenguaje figurativo entre el expresionismo y el grafiti. Para ello, Gustavo, utiliza con maestría el pincel o el lapicero para dibujar unos trazos nerviosos de líneas y borrones.

Como en toda su obra, aquí también se encuentra presente la dualidad que representa la sociedad frente al individuo, la burocracia o el poder frente a la libertad individual. La cava, la bodega, es el espacio de poder y por ello se representa como un espacio monumental y frío que nos recuerda a la arquitectura gótica. Es precisamente en ese espacio faraónico donde las figuraciones humanas se tornan empequeñecidas y se nos muestran a una escala mucho menor transmitiéndonos una sensación de vacío. Su autor nos está hablando de la vulnerabilidad humana al plasmarnos, desde una perspectiva en picado, los muros monumentales - normas establecidas- que acorralan a la muchedumbre.

Pero a diferencia de otras de sus obras, estas personas no huyen, sino que están de celebración, unos en torno a varias mesas, otros andan entre barricas dispersas como símil de haber sucumbido al poder imperante.